lunes, 14 de diciembre de 2009

La noticia

Todas las facciones de su cara desaparecieron cuando recibió la noticia. Al principio sintió un fuerte calor que invadió todo su cuerpo. Los ojos vidriosos, la boca seca, un zumbido en los oídos como si hubiese estallado algo cerca y el corazón latiendo más deprisa de lo habitual. Respiró. Se mojó la cara. Se miró al espejo. Y volvió a respirar. Miró sus manos y se concentró en evitar ese molesto temblor que había aparecido hacía un momento, pero no lo consiguió. El resto del día lo pasó en una burbuja. Oía a los que le rodeaban, pero no les escuchaba. Su cabeza era incapaz de pensar en otra cosa. No podía mantener una conversación sin repetir una y otra vez: "¿qué has dicho?, perdona, no te he entendido". Notaba su pulso en la sien y el leve dolor de cabeza que sentía era cada vez más fuerte, cada vez más insoportable, hasta llegar el punto de causarle náuseas.

"...no podemos hacer nada...", "...la metástasis es irrefrenable...". Las frases del doctor retumbaban en su cabeza incluso cuando llevaba horas intentando dormir. Su mujer lo abrazaba más fuerte de lo habitual. Disimulaba haciéndose el dormido, pero era incapaz de contener las lágrimas. Se mordía la lengua para que su compañera no lo oyera sollozar. Pensaba en sus hijas mientras se desmoronaba.

Tal era la pena que inundaba su corazón que el cierre de la consultoría que dirigía casi le pasó inadvertida. La química que recorre sus venas ha conseguido hacerlo impasible y le ha robado las fuerzas, igual que la crisis que ha vivido este país durante el último año le privó de su negocio, del sustento de su familia.

Ahora, de vez en cuando, se deja caer por las oficinas de sus amigos. Una media sonrisa forzada destaca en su cara enrojecida y ya se ha acostumbrado a ser el motivo que apena a sus compañeros. Vive resignado, esperando a que llegue el día, rogando no convertirse en una carga para su familia durante sus últimos momentos. Se consume despacio mientras intenta animar a los que le rodean quitando importancia a su situación. Pero no lo consigue y, cuando se marcha, deja tras de sí un ambiente desolado y frío, más patente si cabe en este tiempo en el que los reencuentros familiares suelen ser protagonistas.

P., este es nuestro humilde homenaje. Gracias por cada minuto que compartes con nosotros.

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