martes, 16 de diciembre de 2008

Bicicletas de alambre

Cada mañana coge el autobús acompañado por una anciana en silla de ruedas. Debe ser su madre y parece mucho mayor de lo que realmente es. Desprenden un olor difícil de digerir cultivado por una evidente falta de higiene. Su aspecto dice que las dificultades económicas que atraviesan son aterradoras. Parece que algún tipo de enfermedad mental se ha adueñado de ellos.
Cuando llegan al centro, él busca algún rincón transitado donde 'aparcar' a la anciana en silla de ruedas. La ilustra con un trozo de cartón donde ha maldibujado algunas palabras y se despide de ella con la esperanza de que, al final del día, haya conseguido algunas monedas. Él se aleja. Parece que prefiere no tenerla demasiado cerca. Se sienta apoyado en la pared y comienza con su labor diaria. Trabaja el alambre. Le da forma hasta conseguir algunos objetos, en la mayoría de los casos bicicletas, que intenta vender a los transeúntes por un módico precio.
Su vida debe ser más que difícil y un día, de repente, su rutina diaria se ve afectada. El Ayuntamiento, de manos de algún agente de la Policía Local, decide sancionar su trabajo, la única alternativa que le queda a mendigar o robar. Una circunstancia curiosa (por no entrar en valoraciones más drásticas) que sirve para ilustrar un pequeño artículo de un periódico. Pero quizá por ese artículo, quizá por una coincidencia, o por ambas cosas, la vida vuelve a darle otra limosna a este individuo. Tras unos días, una empresa de mensajería ecológica opta por comprarle un puñado de bicicletas de alambre y ofrecerlas como obsequio a sus clientes. Paradójicamente, uno de sus clientes es el propio Ayuntamiento, que recibirá, como todos, su bicicleta de alambre como regalo navideño. Un simple soplo de aire fresco para él y otra de las miles de historias que, cada día, se suceden en esta asombrosa ciudad.


3 comentarios:

  1. Conocía parte de la historia, pero he leído pocas palabras que me arrastraran a la realidad como las tuyas. Una mezcla de distancia y ternura, del inevitable prejuicio hacia unos y el desprecio por otros, que me ha encogido el corazón. Gracias, desde un rincón de esta asombrosa ciudad.

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  2. Pues yo no lo sabía!. Desde luego!. Lo primero, enhorabuena y gracias, pues una vez más, regalas estilo y talento con cada cosa que haces. Sólo comentar que lo mejor de todo es q el ayto haya acabado comprando las bicicletas... Pero, ¿le han dado ya permiso para que siga vendiéndolas?. Por favor, espero q sí, si no ¡qué injusticia! Que dejen vivir, que ya bte duro es todo, que dejen vivir!. Alba.

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  3. El Ayuntamiento no sólo no le permite vender sus bicicletas en la calle, sino que le ha denegado la autorización que esta persona había solicitado para poder tener un puesto legal en cualquiera de los mercados permitidos en la ciudad. Otro despropósito más para seguir alimentando la infelicidad de la gente.

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