martes, 24 de marzo de 2009

Anhelando al sereno

Corría el año 1769 y este país estaba en manos de Carlos III, un déspota ilustrado que, pese a ello, activó medidas tan progresistas para la época como dictaminar que los niños mayores de 4 años debían ir a la escuela. Los ministros que el monarca tenía dirigiendo esta ciudad crearon un curioso cuerpo de vigilantes nocturnos llamados 'serenos'. Aquí nació este tipo de servicio a la comunidad y, también desde aquí, se extendió a otras muchas urbes españolas (si, por aquel entonces, podían denominarse así). El sereno solía ser un hombre nocturno, en la mayoría de los casos sin familia, sin nadie que lo esperara en casa, y con muchas ganas de recorrer la ciudad en solitario, ayudando a todo aquel que lo necesitara. Normalmente, el sereno era una persona que dormía poco, durante el día se sentía somnoliento, casi fuera de lugar y huía de las multitudes. Cuando caía el sol él renacía y, enfundado en su uniforme, comenzaba a pasear por las calles en busca de nuevas anécdotas que, casi siempre, permanecían en el silencio y, tras unos días, se veían abocadas al olvido. El sereno era capaz de entablar fugaces amistades, intensas, pero que se terminaban en cuestión de momentos. Aquellos que tenían buen corazón venían, ayudaban y se marchaban, muchas veces sin recibir nada a cambio. Pero su mayor pago, el que mejor les hacía sentir, era las miradas de agradecimiento de aquellos a los que socorrían en momentos difíciles.

Ya en la época actual, no hace más que unos meses (quizá un par de años), el Ayuntamiento empezó a estudiar la posibilidad de hacer revivir la figura del sereno, de resucitarles. Las fuerzas sindicales se opusieron rotundamente. "En estos tiempos es imposible garantizar su seguridad", argumentaban. De todas formas, hubiese sido utópico pensar que los serenos actuales pudieran parecerse a sus predecesores. Pero desde un punto de vista ilusorio, puede que incluso infantil, la idea de retomar esa forma de vida seguro haría feliz a muchas personas que verían una salida a su desdichada existencia. Supondría la mejor alternativa al vacío al que les ha empujado el destino. Una vía de escape en la que cobijarse ante la imposibilidad de hacer frente a su gris realidad. Sin embargo, una nueva e irreal puerta se ha cerrado para aquellos que ya han perdido la fe en el futuro, para aquellos que viven el día anhelando la noche, para los que se alimentan de ilusiones y recuerdos.

2 comentarios:

  1. Lo has descrito tan bonito que incluso parece que tú mismo en tu anterior vida fuiste sereno... ( y esto es un piropo)
    Sinceramente como mujer que llega sola a dormir a casa me agradaría encontrar en mi barrio un Señ@r que vigilara mi seguridad...
    Se daría trabajo tanto a hombres como a mujeres, una forma de bajar el paro, una forma de mayor seguridad en las calles de Valencia, una forma de hacer barrio, una forma de cotillear a los vecinos… jejej
    Por cierto conozco a varios candidat@s perfectos para ese puesto.
    Saludos cordiales,

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  2. Gracias. No sé si refleja un recuerdo pasado guardado en el subconsciente o una realidad presente a la que se da forma con palabras. En cualquier caso, podría presentarse como una salida, de momento ficticia. Saludos

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