sábado, 21 de febrero de 2009

Tienen derecho a rezar

Sorpresa, incredulidad y algún que otro suspiro de conformismo. Es curioso comprobar cómo algunos representantes públicos anteponen el rezo a la subsistencia. En la fiesta grande de esta ciudad, en esa en la que arden insultantes cantidades de dinero y las lágrimas brotan en cada rincón, es inusualmente llamativo cómo se anteponen los intereses de la mentira más conseguida de la historia a la posibilidad de que un grupo de personas pueda seguir colgando el cartel de 'abierto' en sus negocios. En esa tradicional festividad, que da de comer a miles de familias, siempre queda un hueco para el fervor religioso, unas creencias que, bien entendidas, pueden arrancar de la desesperación a muchísimas personas pero que, cuando se anteponen a todo lo demás, llegan a desesperar a otras tantas. Durante dos largos días, la calle principal, esa que conduce al templo del mayor icono religioso conocido en esta ciudad, permanece prácticamente sitiada para permitir la lenta procesión de devotos, hipócritas o simples aficionados que se disponen a entregar a la Gran Madre ostentosos ramos de flores. Un alarde de explosión de fe para unos, una tradicional procesión para otros, o un simple acto fallero para la mayoría. Respetable y respetuoso, sin duda. Sin embargo, para abrir el camino e impedir desórdenes, el Ayuntamiento se apremia en colocar gigantescas murallas para delimitar el sinuoso camino. Esas murallas, afortunadamente, cuentan con accesos que consiguen que el centro de esta ciudad no quede partido en dos, aislado. Pero, en ocasiones, la colocación de estas puertas, de estas vías de escape, llega a desesperar a un grupo de comerciantes que comprueban cómo, una vez más, el acceso a su pequeño rincón, a su modo de vida, queda taponado y ahogado. Por contra, justo enfrente, en la fachada principal de una pequeña iglesia, desaparece por completo la muralla. "Hay que dejar a la gente que vaya a rezar", se justifican desde la Casa Consistorial. "¿Y por eso hay que impedir a humildes familias poder ganar algo de dinero durante la semana más próspera de la ciudad?", se preguntan los dueños de estos pequeños comercios. La Iglesia, entendida como institución y gracias a sus brazos llenos de tentáculos, consigue una vez más anteponer su canal de propaganda al bienestar de los mortales. Y lo que es más grave, consentido por aquellos que pueden permitirse lujos gracias a un papel colocado en una urna. Sufrir situaciones de este tipo hace que sea muy difícil seguir alimentando el necesario respeto que se merece esta institución que, para unos, salva vidas y hace de este mundo un lugar mejor; aunque para otros (entre los que me incluyo) no trae más que retroceso y justificaciones absurdas de un mundo cruel.
Dedicado a Mahs y a su fiesta del día 1.

5 comentarios:

  1. Que ateillo que estàs fet,amb lo que tu li agrades a Rita.............ainssssssssss

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  2. Hombre son solo tres días de ofrenda...tienen 362 para hacer negocio...no creo que justamente...esos días vallan a recuperar lo de todo el año... Igual la Iglesia no tiene toda la culpa ( y no me agrada personalmente ) …Pero se debería plantear de otro modo. ¿No crees?
    La autentica pupa se la hacen los grandes centros comerciales con horarios desorbitados y las tiendas de los chinos ( que no pagan impuestos) y la puta crisis…Bueno esa es mi opinión.

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  3. En este caso, la culpa la tiene el que utiliza distintas varas de medir para unos y para otros...

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  4. Hola NNN, soy Ayrun de le phare du four. me alegra haberte encontrado en el ciberespacio. he leido que te gusto mi post de si te vienes commigo, es una canción de manolo garcía de EL ÚLTIMO D ELA fILA. Nos leemos!!!

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  5. Me estoy poniendo al día después de tres meses y acabo de leer este magistral post. Además con dedicatoria... snif...

    En cuanto al asunto, ¿te sorprende? Si nuestro querido presidente esta imputado por cohecho y confía en que todo salga bien "si dios quiere"... Saldrá bien si presentas las facturas o un extracto bancario que justifique la compra de los trajes, vamos, digo yo.

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